Veranos en invierno, en febrero te mato

jueves, 17 de enero de 2008

Las columnas de Hércules



Los tipos se vienen desde el centro de Africa, vaya a saber desde qué puto país, pagando colectivos con el poco dinero que ahorraron en sus miserables vidas tercermundistas. Miles de kilómetros hasta llegar por fin al estrecho donde dicen que un día elevaron dos columnas en honor a un semidiós.

Contactan al balsero, al que pagan tres mil euros por cruzarlos a España. Todo listo. Tres AM. Treinta africanos en una balsa dispuestos a atravesar catorce kilómetros de mar. Pueden hacer la cuenta: 90000 euros por balsa. Yo arriesgo mi pellejo por ustedes, les dice el balsero.


El viaje promedia. Las luces de Gibraltar cada vez más nítidas. De pronto el balsero les dice: lo siento, hermanos, pero parece que esta noche la Guardia Civil anda de gira. Y ya se lo advirtieron antes de salir: cualquier inconveniente a nadar como perritos.
Los africanos se tiran al mar sin salvavidas ni traje de baño, pero por las dudas, en el agujero del culo o debajo de las bolas, o entre los labios vaginales (hay dos mujeres) llevan sus documentos y unos pocos billetes europeos envueltos en bolsitas de plástico.


Carrera marítima por la superviviencia. Mientras tanto, el balsero vuelve a la costa africana a buscar los doscientos euros que va a pagarle la mafia de la inmigración. Algunos africanos resisten, otros se ahogan, otros comienzan con los primeros síntomas de hipotermia. Doce llegan a la costa donde la Guardia Civil les da la bienvenida. Por aquí, señores africanos. Los cargan en ambulancias y los asisten. Tienen suerte. Al rato tres de ellos mueren de hipotermia en el hospital. Al día siguiente: ¿Ya estáis bien? Pues ya no tendréis que viajar en una inmunda balsa.


Los siete africanos restantes suben a un barquito con asientos bien mullidos.
¡Que la paséis bien! Y saludos al balsero Mahaleb.

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